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miércoles, 18 de noviembre de 2015

Baloncesto femenino de base



Flori Marrero


Reflexión sobre la gran diferencia entre el número de niños y niñas en el deporte de base.
Desde hace unos años llevo observando y analizando la diferencia entre el Baloncesto femenino y el masculino en edades tempranas y puedo decir con certeza que el número de componentes de nuestros equipos de niños superan con creces al de las niñas.

Les hago un resumen de la situación del Club del que formo parte desde hace 8 años. La temporada pasada en nuestra “Escuela de Baloncesto” (edades comprendidas entre los 3 y los 8 años) llegamos a tener 35 niños de los cuales 4 eran niñas. Esta temporada, en el mismo grupo, tenemos 30 niños de los cuales solo 1 es niña. En la categoría Benjamín podemos contar con 13 niños, ninguna niña. Si nos vamos a las categorías Minibasket y Pre Mini basket tenemos tres equipos masculinos con 27 niños en total y el mini femenino con 9 y así podría seguir con varios equipos más pero creo que ha quedado claro a dónde quiero llegar. 

¿Son las niñas las que deciden lo que quieren hacer en sus ratos libres o lo hacen sus padres? ¿De verdad creen que una niña tiene las mismas libertades que los niños? Yo creo que por el hecho de nacer niña, desde muy pequeñas las estamos condicionando a que hagan ciertas actividades en las que se evita el contacto, que no sea muy importante la forma física…  No dejo de escuchar: “no te subas ahí que te vas a caer”, “no corras que te vas a romper las mallas”, “no trepes”, “no empujes”, “no juegues a fútbol porque te pueden dar un golpe”. Y yo me pregunto ¿es que las niñas no tienen derecho a correr, a ensuciarse, a caerse y hacerse “heridas de guerra”? Todo esto tiene unas consecuencias y es que día tras día nos encontramos con niños que empiezan a jugar al Baloncesto y entienden el juego rápidamente, son pícaros, ágiles y avanzan en su aprendizaje a buen ritmo. En cambio con las niñas cuesta más, tienen miedo al contacto, a que las empujen, a caerse, tardan más en entender el juego y por lo tanto en comenzar a competir y esto es debido a lo que han ido absorbiendo desde pequeñas, a lo que la sociedad les ha transmitido. Por eso las niñas no quieren hacer deporte, no están acostumbradas al esfuerzo, a las exigencias de un entrenador, esto último es otro tema del que también podría hablar largo y tendido. ¿Los padres permiten que se le exija lo mismo a un hijo que a una hija? Mi experiencia me dice claramente que no, no lo permiten. En cambio a sus hijos sí quieren que los hagamos fuertes, veloces, que luchen, que sean duros, que sean unos campeones, pero a sus hijas… es que les gritamos demasiado, es que les exigimos demasiado, es que ellas no aguantan lo mismo.

Las exigencias nunca son las mismas. Los equipos femeninos de nuestro Club faltan más a entrenar que los equipos masculinos con muchísima diferencia. Los motivos según ellas o sus padres son, entre otros, que tienen que estudiar, que tienen mucha tarea, que les duele un poco la cabeza, que tienen que acompañar a sus padres de compras. Yo me vuelvo a preguntar ¿y los niños de mi localidad? ¿no estudian? ¿no hacen tarea? ¿no se encuentran mal en algún momento?

Porque haya estudios que aseguren que la fuerza en el género masculino es mayor que en el género femenino no significa que tengamos que encerrar a nuestras hijas en una “burbuja”. También hay estudios que indican que los resultados en las pruebas femeninas exhiben un déficit socialmente inducido, es decir, que tienden a evitar acciones de fuerza por razones psicológicas.

Por tanto,  invito a los padres y al resto de la sociedad a que tratemos con igualdad tanto al niño como a la niña, que puedan jugar con libertad y que conciban el deporte como actividad apta tanto para el género masculino como el femenino con sus riesgos y exigencias.

Flori Marrero

Entrenadora del Club Baloncesto Realejos.